#7

Vislumbro tus rasgos entre las bocanadas.

Tú sabías que yo parecía Helena de Troya
y tú eras Paris;
que estas vacas eran las últimas
cuando ardían,
porque en el fondo estoy hecho un Eneas;
que me esperaba Roma
y me habías maldecido 
mientras estaba en la llave de tus muslos.

Caigo como el Sol,
hasta que me estampo
en mil pedazos que iridescen,
en un estallido dulce,
como un yonki o una piñata,
como una rosa azul.

Me arrastras por la tierra mientras cabalgas.

Te cae mi rostro como una tromba en el escote,
te repaso el culo mientras dormitas
los golpes de tu cadera me dibujan la piel
en forma de escalofríos.

Hasta que te suplico, latiente y taquicárdico,
cuando te internas ingobernable entre mis arterias,
que me lleves al cadalso,
a la pira.

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