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#7

Vislumbro tus rasgos entre las bocanadas. Tú sabías que yo parecía Helena de Troya y tú eras Paris; que estas vacas eran las últimas cuando ardían, porque en el fondo estoy hecho un Eneas; que me esperaba Roma y me habías maldecido  mientras estaba en la llave de tus muslos. Caigo como el Sol, hasta que me estampo en mil pedazos que iridescen, en un estallido dulce, como un yonki o una piñata, como una rosa azul. Me arrastras por la tierra mientras cabalgas. Te cae mi rostro como una tromba en el escote, te repaso el culo mientras dormitas los golpes de tu cadera me dibujan la piel en forma de escalofríos. Hasta que te suplico, latiente y taquicárdico, cuando te internas ingobernable entre mis arterias, que me lleves al cadalso, a la pira.

#6

Cuando cierro las pestañas hay un juez entre mis sienes. Un juez que conduce, que obliga y guía, a veces tiene tu cara y a veces no tiene ni ojos. Me emborrono la mirada, abro a palanca mis córneas y me dejo llevar por la corriente, por las manos, por las yemas blandas tapándome hasta que sueno, como el motor cansado de la puerta automática cerrándose. Sabes que mi agua no se corta, que me adapto demasiado para romperme  en el ondear de los gestos y las máscaras. Estás o te vas, según la rabia y el día, pero en mi fondo solo queda puro fuego, un pozo de llamas, el calor de la fiesta de tu coño y su recuerdo, los vacíos, altiplanos y precipicios mientras me decanto por los bordes del teclado mientras te busco como Tommy a Grace

#5

Llego a casa puesto y pienso, ingenuo, en desfragmentar los rayos de tu sonrisa, los matices del aire de un suspiro; en hacerlos palabra y darte una coraza, como el estampado blanco y negro que cubre mi piel pálida cuando salgo a bregar con el Sol. Cierro los ojos y me veo ardiendo porque mañana me harás ceniza, porque en las rugosidades de tu cerebro te soy infiel. No obstante, lo que me dejas entre los dedos los sábados es ambrosía y qué cara me la vendes: como harina y caballos, a precio de aliento, de pasión. Pero llega el lunes! Y salgo de casa con el buche hueco -porque tú sigues hinchá- y me paso la semana pensando en el calentamiento global, en el océano de tentaciones de tu piel, en insinuarle al glaciar el sabor de tu hielo azul. Hasta que vuelve el finde y el colocón: la vida pasa demasiado rápido,  que no pase de éste que me lo hagas bien lento, antes de que arda hasta la palabra y me olvide de renacer. .

#4

Me hierves; calcinas mis necesidades y tacto. Me quemas las manos  hasta que solo puedo tocarte el alma. Cada trazo de tus manos es una válvula, un alivio, una abertura para mis córneas, me pintas las líneas hasta que me ahogo en tus iris. No sé si mi límite es el cielo o tu piel, si el mínimo es el caleidoscopio, un muro o un río subterráneo. Quisiera caber entre tus bordes entre los destellos de la noche en tu pelo y transito por las fronteras del núcleo, por los cauces de tu amor bregando con la ropa que me contiene. Yo ya no quiero ser poeta, quiero comprar sin mirar el precio, aullar; el olor acre en mis manos después que hagamos el amor.

#3

Posamos como estatuas de ceniza y el aire que nos recorre la piel  resbala. Hay un muerto que brota entre mis costillas, como el trigo y el llanto: como una flor en primavera. Rasgo el tiempo en trozos peques pa' aprovecharlo y el chaval que me recorta los bordes se sale de la raya. Me quedo sin sonrisa hasta que te inmiscuyes en mis labios. Huelo el mundo y los tímpanos me vibran igual que a un neófito ¡das eG5GT5MNHY6NHY672:29 14/06/2020 Tengo mis voluntades moldeadas en resina y me calientas hasta derretirme, me sacas la corteza y me lames el alma hasta que dejas mi pellejo limpio de insensatez. Te deslizas por mi nariz igual que el olor a césped y contengo mis fronteras hasta el infinito. No obstante, me atraviesas. Atravesamos el erial y con el miedo a estremecernos  nos untamos de líquidos. Me deshago y nuestra fragilidad compone un páramo; te leo hasta encontrar el oasis, el trance. Y me arrojo al día y sus compartimentos con tu fuego entre mis manos.

#2

Metido hasta las cejas, sin control, abro las puertas de tu verbo profano      y me hundo en la pluscuamperfecta nube      de tus lisérgicos reproches dulces.           ¡Alkol, alkol! ¡Alkol, alkol, alkol!...      Al borde de la Luna me reparo...      Me viste venir en un taxi cutre      y retumbé, infiel y puro- Sol.           Hoy firmo la condena y el contrato,      y aunque sabemos que mi vida pudre,      me das por bueno el tornasol.           Cuando circula la humildad y el paro      conectas luz, señales; prisma y polen,      y brillo mientras tus ojos me recorren